La alegría que representaba llevar la imagen peregrina de nuestra Señora de Fátima a la región del Guavio, hacía que el gozo del grupo de personas del Apostolado de los Oratorios fuera más allá.
Todo empezó a las 6 de la mañana y bajo la puesta de un grato sol que Dios puso en nuestro camino para iluminar cada paso, los obstáculos empezaron a llegar; pero María Santísima abrió senderos para seguir nuestra marcha.
Salíamos de Bogotá por el norte de la ciudad y cada kilómetro recorrido, nos acercaba cada vez a nuestro punto final. Empezamos con Sopo, un municipio lechero de la sabana de Bogotá, a este teníamos que atravesarlo para tomar la vía correcta hacía Gama, nuestro primer municipio.
La laguna de Guatavita, el páramo de Sueva y sus majestuosas montañas, caseríos con habitantes propios de la región dejábamos con cada curva y cada kilómetro de carretera. Los paisajes no se hicieron esperar, siempre teníamos en mente que la bendición de Dios y María Santísima se hacía ver en cualquier espacio y en cualquier dimensión; esta vez, todo se dio en montañas gigantescas, ríos y riachuelos; todos ellos demostrando la magna creación de Dios y lo maravillosa que es Colombia.
Luego de alrededor de 4 horas de viaje, tocamos tierra Gachetuna, pero nosotros íbamos 45 minutos más allá, Gama, Cundinamarca. Continuamos sin deternos, la gracia de nuestra Señora nos invadia y sabíamos que Ella se alegraría aún más cuando los peregrinos recibieran con gozo su llegada.
Sobre las 10 de la mañana Gama abrió su corazón al Apostolado de los Oratorios, en la entrada del pueblo cientos de personas nos esperaban, todas ellas con oratorios decorados, con esclavinas y pañoletas para dar inicio al festejo de nuestra Señora de Fátima. Con una eucaristía oficiada por el Pbro. Pedro Conejo, quien demostró ante su comunidad el amor por nuestra Señora. Con la coronación de María como Reina universal se finalizó dicha celebración.
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